El diseño de Dios con nosotros es perfecto, sin embargo, nuestra mente puede ser distorsionada al albergar ideas falsas que nos llevan a tener un concepto erróneo, y dejamos de pensar con cordura acerca de nosotros mismos.
Estas confusiones suelen pasar cuando no tenemos el enfoque correcto al mirarnos a sí mismos y, por lo tanto, no apreciamos la forma en la que hemos sido entretejidos por Dios.
La creación y diseño de Dios son perfectos, nosotros, somos parte de Su creación.
Por eso, no debemos renegar de cómo hemos sido formados por Dios y aquello que nos ha sido impartido, sintiendo celos hacia los demás, tampoco hacia lo que ellos hacen o tienen; pues este proceder no representa la naturaleza que recibimos de Él.
El apóstol Pablo escribió en
Romanos 12:3 Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.
¿Qué concepto debemos tener de nosotros mismos?
Es importante conocer y tener en cuenta cuál es la naturaleza del comportamiento que debemos tener como hijos de Dios. Para saber que concepto debo tener de mí mismo debo conocer que concepto tiene el Padre de mí y ese debe ser el mismo concepto que debo tener de mí y los demás. Todo aquello que está fuera de lo establecido por Dios es incorrecto y se constituye en un concepto erróneo por ende no será con Cordura.
¿Ahora, Que quiere decir la palabra Cordura?
Cordura
- Estado psíquico de la persona que tiene la mente sana y no padece ningún trastorno o enfermedad mental
- Es la capacidad de pensar y obrar con buen juicio, prudencia, reflexión, sensatez y responsabilidad
Mientras que la palabra Concepto
Es la Representación mental de un objeto, hecho, cualidad, situación, etc.
Así como también es la Opinión o juicio, especialmente el que se tiene de una persona.
Wow a la luz de esta definición podemos entender claramente que cuando no pensamos con cordura es porque nuestra mente no está saludable, estamos desquiciados, y hay un trastorno mental, causado por la información errónea que aceptamos como nuestra verdad. Además también debo asegurarme que los conceptos que tengo acerca de las cosas o personas sean correctos.
El concepto y la cordura con la pensamos de nosotros y de los demás evidenciará como está nuestra salud mental, si somos sensatos, prudentes y responsables. Y el contenido del concepto concebido evidenciará si este está basado en la Verdad o en mi propia prudencia.
¿Cuándo dejamos de pensar con cordura acerca de nosotros?
Cuando nos dejamos arrastrar por la intriga hacia lo ajeno, hacia lo que no nos pertenece, hacia la vida de otras personas, es ahí donde comienza un camino cruel que hace que toda la gracia del Señor sea invisible a nuestros ojos.
Si dirigimos nuestra atención a las fortalezas de los demás, entonces, es probable que ignoremos las nuestras y comencemos a sentirnos inferiores a esas personas, poco afortunados; o lo que es peor aún, que envidiemos cada aspecto de sus vidas.
Por otro lado, si observamos en el prójimo solo sus debilidades, esta acción nos llevará a crear una falsa idea de superioridad, haciendo que olvidemos que nuestra vida sólo es perfecta por Él y a través de Él.
La comparación es una de las causas que distorsiona nuestro enfoque y como resultado terminamos adquiriendo un concepto mayor o menor de nosotros mismos.
¿Qué pasa si nuestro concepto es erróneo?
Cuando toda nuestra atención está en el objetivo y dirección incorrecta, vamos a estar incapacitados para mirar el origen del diseño de Dios en nuestras vidas. Por ende tampoco podremos obedecer cumpliendo lo que el Padre nos asignó.
Al tener un concepto mayor o menor del que debemos tener, hay que entender que nuestra mente está distorsionada, como consecuencia, siempre vamos a encontrar personas que tienen más habilidades, más preparación y más dones.
No obstante, también podemos encontrar personas con menos capacidades, menos preparación, con habilidades y capacidades diferentes a las nuestras.
Tanto una como la otra nos llevará a la comparación que termina muchas veces en una desenfrenada competencia. Arruinando la pureza y belleza del servicio y de que como una familia, un cuerpo, un hijo corporativo podamos entrelazar nuestros dones y habilidades para honrarlo y mostrarlo a Él.
La competencia en el reino De Dios lo arruina TODO.
El compararnos o medirnos con los demás hace que el origen del diseño de Dios en nuestras vidas se distorsione.
Nos llevará querer hacer lo que la otra persona está haciendo, o replicar con exactitud la manera en que lo está haciendo.
Anhelaremos desarrollar el don que Dios le ha dado a esa persona, y al hacer esto estaremos actuando contra la voluntad de Dios al crearnos porque esa no fue su idea.
¿Cómo alinear nuestro concepto con el de Dios?
Una vez seamos conscientes de nuestro desvío frente a la voluntad perfecta de Dios en nuestras vidas, debemos renovar nuestra mente de estos pensamientos y análisis de lo que Dios ha depositado en nosotros, debemos dirigirnos al origen el cual encontramos en la palabra de Dios.
Después de renovar la mente, mirar de acuerdo a lo que Dios ha creado y depositado en nosotros, de esta manera tendremos un balance de lo que pensemos de nosotros y del prójimo, por ende, dejaremos de estar comparándonos.
Conclusión
Enfoquemos nuestros ojos en El y lo que El depositó en nosotros. Aprendamos apreciar las habilidades y dones recibidos. Dios nos ha dado TODO lo que necesitamos para vivir plenos.
Debemos entender que todos somos hijos de Dios y tenemos la misma herencia, el mismo derecho, el mismo acceso a nuestro Padre celestial y ahí no hay ninguna competencia.
Cada uno de nosotros tiene una función única que debemos llevar a cabo y Dios nos ha dotado con todo lo necesario para cumplir ese propósito.
Si Dios confía en nosotros para cumplir nuestra misión lo mismo debemos hacer nosotros, confiar, así tendremos una vida productiva, que honrará al Padre en todas lo que hagamos, andaremos de la misma manera que anduvo Jesús obedeciendo, en sujeción, haciendo la voluntad de Su Padre y dándolo a conocer.
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